EL VESTIDO DE ‘NOVIA’
Retrospectiva....
El
vestido de novias blanco es inventado
literalmente por la práctica cristiana y las obras de arte que lo evocan, pero
llega a existir a través del cruce de varias corrientes de la moda. Los textos
acerca del vestido de bodas repiten que la novia vestida de blanco aparece
tardíamente, en el siglo xix. Sin embargo, hay relatos más antiguos (siglo xvi)
que describen novias de blanco, aunque, se desprende de ello, como algo
especial y no como la norma.
Desde San Agustín (s.iv). la Iglesia conserva los ritos y costumbres del
matrimonio romano, poniendo el acento sobre el consenso; el matrimonio se
efectúa con el solo acuerdo de los esposos. El matrimonio se convierte en el
séptimo sacramento entre 1184 y 1234.
La
Iglesia de los orígenes ve en el matrimonio un remedio a la sexualidad
descontrolada y preconiza la virginidad para iniciar el matrimonio legítimo,
correlato de una monogamia absoluta. Poco a poco, se prohibe el concubinato, y
el divorcio, siendo la unión disuelta únicamente por la muerte. Tampoco se ve
bien que los viudos se vuelvan a casar.
Se prohiben los matrimonios entre primos. Muchas familias en la Edad
Media se quedan sin sucesores y sus bienes pasan así a la Iglesia.
La
virginidad hasta el matrimonio es una de las condiciones de la pureza,
reservando la sexualidad a la procreación legítima; es una de las exigencias
fundamentales de la Iglesia. Poco a poco, el símbolo del blanco en las
prácticas rituales se va imponiendo como idea de pureza.
El blanco en el ciclo de la vida cristiana:
El
blanco se convierte en el color de la infancia y la juventud desde fines del
siglo xv. La liturgia pone el blanco como símbolo de lo puro. Se usa para las fiestas de ángeles, vírgenes
y confesores, navidad y epifanía, jueves santo y domingo de Pascuas, día de
Ascensión y de Todos los Santos.
El
blanco manifiesta también de modo positivo el paso del orden natural al
sobrenatural. El espectáculo barroco hace del blanco el signo de lo divino, por
intervenciones mágicas o milagrosas.
Ciertos cuadros del Renacimiento parecen ya utilizar el blanco como
símbolo nupcial.
A
comienzos del siglo xvii, se adopta como símbolo de inocencia y de pureza por
vez primera en ocasión de la comunión en ciertas clases privilegiadas. El
Convento de las Ursulinas, donde se educan las hijas de la nobleza, instaura el
uso. Las niñas son alumnas de la ‘clase blanca’ en el año de la ceremonia.
A fin
del siglo, Saint-Sulpice agrega a este vestido un velo. Según algunos, es este
velo de comunión el que se vuelve a encontrar en el siglo xix sobre la cabeza
de la novia burguesa. La figura de
abnegación de la Virgen María se
convierte en modelo de conducta femenina para la sociedad burguesa de la época
y por lo tanto, un modelo estético para el matrimonio, que es el episodio
central de la ritualidad de esta misma sociedad.
El
dogma de la Inmaculada Concepción en 1854, propone el modelo de la jovencita
virginal que se casa. La costumbre de Las niñas comulgantes en gran vestido
solemne se populariza hasta en los pueblitos. El culto del Sagrado Corazón y su
imaginería favorecen más el culto matrimonial y la tradición de la novia de
blanco.
El plateado, el blanco y demás...:
Un
vestido de novias plateado es ya, en su acepción simbólica, un vestido blanco,
pero lujoso. El plata y el blanco pueden haber sido percibidos por largo tiempo
como una misma categoría. Hay muchas descripciones de ricas novias con color plata, tanto en el siglo xvii como
en el xix. Por largo tiempo, el matrimonio celebra el prestigio de una alianza
y exhibe los materiales más ricos.
El
siglo xix instituye el vestido de novia
como el último vestido de la niña antes de su entrada al mundo. Previamente era
más importante el aspecto lujoso, la calidad, el largo,(materiales como satin,
terciopelo, ‘tela de oro o de plata’) que el color. Ya en el siglo xviii, sí
encontramos ejemplos documentados más numerosos de vestidos blancos; hay tres
en el Museo Victoria y Alberto en Londres, entre otros. En algunos casos el
blanco se combinaba con otros colores claros
(rosa, marfil, celeste). También encontramos ejemplos en pinturas como el
Contrato de Matrimonio,(1684) de Watteau,
la Ruptura del contrato Matrimonial(1785), de Michel Garnier, y varios
cuadros de Hogarth, entre otros. (es cierto, igualmente, que vestidos de otros
colores, como el rosa, también aparecen representados en otras pinturas. Dicho
sea de paso, en el siglo xix se conserva frecuentemente el rosa para las damas
del cortejo, o para el matrimonio civil).
Existe, por otra parte, el problema de la identificación; en general no
hay suficiente documentación para asegurar que el vestido es de novia. El
curador de un museo debe confiar muchas
veces en el recuerdo familiar –que puede ser confuso- al catalogar un vestido.
Un
detalle interesante es que desde la Edad Media el vestido de novia es nuevo. El
sistema de redistribución (por ejemplo los vestidos de las damas que pasan
luego a mujeres de menor categoría) no se aplica al vestido de novia.
Se
puede tomar como un indicio de la mayor difusión del blanco la aparición de
novias en ese color en las publicaciones de moda, en las novelas y en el
teatro, así como las ‘muñecas de moda’ (el Victoria y Albert posee una de
1761).
El velo:
En el momento en que el cristianismo se hace
oficial en Roma, el velo sobre la cabeza de la esposa constituye uno de los
ritos más determinantes del matrimonio. En latín, ’nubere’ significa cubrir,
cubrirse con el velo, y casarse, para la
mujer. El participio pasado, ‘nupta’, originó la palabra ‘nupcial’,
etimológicamente significando ‘cabeza con velo’.
El tocado:
Como
corona, era el atributo de todo sacrificio en la antigüedad y se mantiene en su
simbolismo festivo. Fue rechazado por el cristianismo al principio, pero
subsistió, y luego se la toma, en el modelo de la corona de los mártires, como
signo de la victoria de la castidad. Como guirnalda de perlas o diadema de
flores en épocas más cercanas, este adorno mantiene su significación virginal y
amorosa.
El bouquet, la liga,
el cinturón:
Velo,
cinturón (¿), liga, tocado y bouquet son los elementos nupciales con los cuales
se simboliza la apertura y el cierre del cuerpo de la recién casada y su pasaje
de la virginidad a la sexualidad fecunda. Cada uno de ellos en el curso del
rito, se ‘deshace’. La liga se usa desde el siglo xvii.
A
fines del siglo xix, el uso de un gran bouquet se difunde, mantenido a la
altura del vientre en un gesto instintivo de la novia de poner las manos en la
región del pubis.
La
liga se vuelve ocasión de un juego. Representa una promesa de fertilidad. Este accesorio, en su origen un adorno
frívolo de las prostitutas romanas, luego soporte funcional de las medias, se
vuelve elemento de la panoplia de la novia.
El anillo:
Uno de los más antiguos símbolos de alianza. El
anillo lleva también inscripciones galantes. Desde el siglo xvi al xviii, es
más y más ornamentado. En el siglo xix, en oro, el anillo se simplifica y se
intercambia.
El corte del vestido:
En el
siglo xix el vestido de novias es en efecto un vestido a la moda, sin un corte
distintivo. Se confunde generalmente con un vestido de noche. En los años 1830
el corsage se termina generalmente en punta como el del soireé. Desde fines de
la Monarquía hasta comienzos de la III República, en Francia, el vestido de
novia comprende en realidad 2 corsages; para la ceremonia religiosa es cerrado,
pero a la noche se muestra otro, escotado. Los volados que, durante el Segundo
Imperio, caracterizan el vestido de noche, adornan también los vestidos de
novia de esa época.
Aún en los años 1920, el vestido
de novia es una simple trasposición en blanco del vestido común.
La tela:
Los
tejidos para vestido de bodas no se diferencian de aquellos usados en otros
vestidos importantes. Se encuentran, en los modelos de los 1880, el contraste
de terciopelo y seda, los bordados de perlas, lanzados por Worth en 1857 y cuyo
éxito dura hasta 1900. Durante todo el siglo xix, tanto los vestidos de noche
como los de bodas se realizan en muselina, satin, tul, etc. la transformación
del vestido de novia en vestido de noche también es cosa corriente; con el
agregado de algunos volados de color para modificarlo.
En los
años 1950, las revistas de moda dan consejos para reutilizar los vestidos de
novia como vestidos de verano, de cocktail o de noche. Incluso algunas tiendas
especializadas ofrecen un servicio de adaptación pos-venta.
El
Blanco:
Lejos de ser exclusivo del vestido de novia,
el blanco, desde el Segundo Imperio, es una constante del vestido de baile, de
noche u otros. La ópera o el teatro son ocasión de una elegancia particular y
el blanco se considera ideal para combinar con cremas y dorados
A
comienzos del siglo xx, las revistas de moda se hacen eco de los bailes de
debutantes, que toman forma de bailes de caridad en tiempos de guerra. Bailes
azules, blancos o rosa son ocasión para vestidos muy cercanos a un vestido de
novia, en tul, mouselina, crêpe o gasa. Estos bailes de presentación de las
jóvenes de la alta sociedad son como antecámaras del matrimonio y perduran
durante el siglo xx.
Por
otra parte, algunas novias eligen usar para la ceremonia un vestido de día,
desde fines del siglo xix. Coexisten así las dos tendencias; un vestido
importante o un vestido ‘de ciudad’.
Entre
los diseñadores, se dan dos tendencias contradictorias; el vestido de novia es
vestido de virgen y vestido de reina (y a menudo, vestido de virgen majestuosa).
Unos quieren tratarla como arquitectura, en un trabajo de corte
fundamentalmente. Otros ven la ocasión de un juego ornamental, densidades de
tela, transparencias, profundidad de plisados y drapeados, relieves y bordados.
Los
accesorios contribuyen esencialmente tanto a la composición arquitectónica del
vestido como a su profusión decorativa.
Algunos son los motivos florales, como flores de naranjo, rosas y lilas
artificiales, lys, diademas de perlas. La cola es un elemento de solemnidad, y
en los años 1930 los satins y crêpes al bies caen suavemente hasta el suelo y
se despliegan, creando una imagen de novias como sirenas o reinas medievales
con sus largas colas.
En la ‘opción decorativa’, el velo se hace de encaje e incrustaciones
finas. Cuando se privilegia la silueta, el velo puede ser simple tul, un
contrapeso visual. Puesto hacia atrás de la cabeza, equilibra el volumen de la
falda o realza la espalda.
Los
modistos y la pureza virginal:
En los
años 1930, se recupera la línea pura por su significación simbólica. Se
suplantan las extravagancias usuales en los años 1920 así como los años 50
eliminan luego las rudas siluetas de hombros cuadrados de la novia de los años
de guerra (1940’s)
Balenciaga exprime la quintaesencia de la pureza nupcial en algunos de
sus vestidos de novia. Líneas geométricas netas y redondeadas, tejidos sin
adorno, permiten concentrar la mirada en la arquitectura despojada del vestido.
En 1964, Paco Rabanne retoma esta idea de la novia, metáfora de la
madonna española. La realiza en papel, por su simbolismo efímero y su aspecto
liso y luminoso. El peinado sugiere la aureola de la casada en gloria. En 1995
ofrece otra versióon de este modelo; frunces de tul muy apretado en volados
sobre el interior de rafia. El busto y la base del tocado llevan strass. El
tocado forma como un gran vestido sobre la cabeza. Así el tul del tocado, tan
voluminoso, equilibra la silueta, un juego de líneas en diagonal que traduce la
idea de majestad. La idea de pureza,llevada a su extremo, puede llevar al
género a deleitarse en la abstracción esculpida, ligeramente paródica. Pensemos
en el modelo de YSL de novia ‘muñeca rusa’ tejido, o en el de Courrèges en que
la novia no es más que tubos blancos puestos transversalmente sobre una base de
celofán...
La novia y los diseñadores contemporáneos:
Los
creadores contemporáneos tratan a la novia con mucho humor. Desplazan,
sintetizan o toman al pie de la letra los elementos de la gramática de la boda
tradicional. El matrimonio, hoy, no es más un pasaje. Aunque la pareja se case,
la trama conyugal muy a menudo ya está tejida de antemano, por concubinato,
nacimientos naturales, divorcios y nuevos matrimonios. La novia hoy no es más
una casta virgen dispuesta a la maternidad sino una amorosa seductora y
sensual. Aunque un 90% de las novias declaran elegir el blanco, ese color ya no
es más sinónimo de pureza virginal.
Algunos accesorios, incluso, han desaparecido de la tradición, como la
flor de naranjo que no se ve desde los años 60. Si el encaje subsiste, es por
el juego de transparencias que permite. La industria del encaje encuentra un
medio de expansión en este mercado del deseo; el sector de la lencería, por el
uso del encaje, se asocia con el de bodas. En muchas exposiciones de vestidos
de bodas encontramos stands de lencería, en general diseñada específicamente
para combinar con vestidos de novia.
Es
interesante observar que el vestido, puesto en escena para contar una historia,
‘habla’ a veces por sí mismo, a través de textos sobre su superficie como en
trabajos en Popy Moreni (la historia de la pareja), Castelbajac (un fragmento
de ‘El Principito’), y otros.
Otros
diseños de Castelbajac incluyen uno que semeja hojas de un almanaque, blanco
con las fechas en rojo, como hablando de una temporalidad personal. La idea de
elaboración rige el estilo del vestido de bodas en todos los diseños desde la
década del 70.
Dos
estilos parecen oponerse en los diseños contemporáneos, pero contienen
en realidad la misma lógica de la metamorfosis.
Por un lado el vestido ‘de princesa’, largo, pesado, rico,
historicista (rojo, negro, blanco, pastel o dorado), en el cual una elección
minuciosa y muchas pruebas ajustan al cuerpo de la novia. Este vestido espectacular, relanzado a comienzos
de los 80 por el casamiento de Lady Diana, retomado en la década por muchos
creadores, es una puesta en escena para las fotos y filmación de la boda,
permitiendo una reiteración del momento ceremonial, la ‘aseguración’ de su
perennidad. (junto con el álbum de fotos
son un motivo de reunión, charlas familiares y recuerdo).
El
otro estilo dominante en el mercado, aunque en retirada, lo componen los
vestidos en estilo más despojado, vistos como ‘modernos’. Lejos de
recordar la simbología virginal, estas creaciones juegan con su relación con el
tiempo. El vestido kit de Paco Rabanne
se vende en una caja con su velo y accesorios para montar uno mismo. Los
diseños de Yamamoto de 1999 tenían cierres de donde emergían los accesorios.
También encontramos este tipo de transformaciones en los de Victor & Rolf.
Ciertos vestidos del tipo espectacular y tradicional sugieren también la
metamorfosis; en un modelo de la casa
Fath las lentejuelas del torso con reflejos nacarados se funden en una falda
amplia de falsa piel de leopardo, y Hanae Mori usa mucho el motivo de la
mariposa. El uso de materiales perecederos como el papel o trenzados evocan la
naturaleza y lo efímero. Siguiendo la idea de la pureza auténtica, se considera
más natural y más sofisticada la seda salvaje que el satin de seda.
Estos
procedimientos e ideas de los creadores no son necesariamente originales, pero
la circunstancia de la boda da a la elección de materiales, motivos y modo de
llevar el vestido, un sentido nuevo, simbólico, siempre metáfora del tiempo,
que sirve a la lógica ritual.
El
casamiento se convierte también en una de las pocas ocasiones en que se lleva sombrero; y para una pequeña empresa
artesanal es más fácil tener un stock monocromático y adaptarse a los cambios
de la moda especializándose en un sector tan determinado como ese.
Las
casas de alta costura privilegian el sector bodas; un modelo de alta costura
difícilmente comercializable puede en cambio venderse como vestido de novia.
Un 80%
de las mujeres compran su vestido en una tienda especializada, y los creadores
trabajan para las grandes marcas de difusión como Pronuptia o Cymbeline. La
primera, el mayor fabricante de Francia con 40000 modelos vendidos por año,
diversifica su producción llamando a los grandes nombres de la moda; Mugler,
Alaia, Gaultier, Lacroix. Ellos crean una colección exclusiva adaptada a las
necesidades de una gran difusión.
Los fabricantes conocidos, así como los pequeños creadores, se difunden
en las grandes tiendas, pero todos mantienen una oferta diversificada; como
Suzanne Erman que mantiene un espacio de ventas en la tienda Samaritaine, pero
para la producción a medida, mantiene una boutique propia más selecta.
El
mercado de las novias se ha reestructurado también porque el vestido de hoy es un retrato psicológico, cargado de los sueños
y una individualidad singular. Todo el sector obedece a esta psicología
caprichosa de la compradora; hacerse complacer, más que imitar, se ha vuelto
una actitud más corriente desde los 1970s. En el caso del vestido de novias la
idea de imponer un modelo que no satisfaga los gustos, el ideal propio de la
clienta, es imposible. Aún cuando se promocionan vestidos como ‘réplicas’ de
los de estrellas, el modelo luego se adapta en gran medida a las exigencias de
la novia. La palabra clave es ‘personalizar’. Las revistas reflejan este
cambio; antes se hablaba de ‘novias de ciudad’, ‘novias de boda campestre’,
luego se definían a través de nombres de los diseños, como ‘sissi’, ‘Amboise’,
pasando luego a hablar de ‘la sofisticada’, ‘la moderna’ y ahora cada sicología
tiene su espacio (la ‘couture’, la ‘vamp’, etc.)
La
novia nunca debe sentir que está en un supermercado de la boda. Los creadores
de vestidos de novia estudian las personalidades de sus clientas, hablan de
‘confianza’, y rehusan vestir a una chica cuyos gustos o actitud no
correspondan a los suyos, por lo cual la confección del vestido de novia da al
couturier un status de artista.
La
elección del vestido...
Suelen pasar 5 ó 6 meses y a veces un año desde el principio del proceso
hasta la entrega del vestido. En diferentes etapas, la novia mira revistas,
reflexiona y comienza a mirar vestidos en los negocios. Una vez elegido,
comienzan las pruebas al ordenar el vestido. Suelen ser tres encuentros, el
primero para poner los alfileres (definir las reformas necesarias para
adaptarlo al cuerpo de la cliente), el
segundo para verificar el correcto ajuste del vestido al cuerpo, y luego
un ùltimo control el día de la entrega. Eso en el caso del prêt-à-porter. Si el
vestido es realizado a medida, se hace una ‘toile’ y se prueba antes de cortar
el género definitivo,
por lo cual se han 5 ó 6 pruebas. (vale
el tradicional secreto del vestido hasta el día de la boda y la prohibición de
la presencia masculina)
Las
novias aceptan de buena gana estos encuentros, a pesar del stress de los
preparativos. Su vestido es el centro de la puesta en escena de la boda y ella
es la protagonista de la ocasión.
El
estilo de los vestidos de hoy crea verdaderas princesas o reinas del cine,
personajes de cuentos de hadas. Esta inclinación por un vestido de ‘ensueño’,
de ‘estrella’, un vestido espectacular con muchas connotaciones históricas,
instaura un corte, una línea de demarcación entre la novia y su ‘público´,
constituido por los invitados. Ciertas
mujeres prefieren un estilo menos ostentoso, como el ‘imperio’, por sus
siluetas más longilíneas, que significan, igualmente, una ruptura clara con el
vestido cotidiano.
Si la
ropa contemporánea valoriza el confort, el vestido de novia encierra el cuerpo.
Ballenas que rigidizan el bustier, faldas pesadas, colas, lazos que restringen
la movilidad y hacen necesario aprender a moverse de modo distinto; no se
camina como es habitual cuando se tiene una cola para arrastrar. Entrar y salir
de un vehículo también trae sus complicaciones.
Los
materiales usados en el vestido de novia son de lo más variados; la elección es
muy amplia, sobre todo si no se ata a lo tradicional. A través del tiempo
modelos trascendentes han variado desde el vestido campesina de Brigitte Bardot
de 1959 en algodón de Vichy que simbolizaba el inconformismo, hasta los
vestidos de Laura Ashley estilo ‘abuela’ de mediados de los 70s. Tules y encajes son predilectos de los
diseñadores, y los juegos de transparencias con los organdíes, organzas y otros
tejidos ligeros. En un mismo modelo aparecen a veces varios textiles (satin,
crêpe, guipure, encaje, tul) y otras veces es todo en un solo material, como la
fibra de coco. El vestido de bodas es
más que nunca el vestido de un día, un día que autoriza la diferencia.
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